Chef especializado, viajero, estrella de televisión y cultor de la gastronomía internacional, Anthony Bourdain fue conocido en todo el planeta por su programa “Sin reservas”, donde era posible verlo conjugando viajes, lugares exóticos y comidas locales, de la mano de un relato ameno y elegante.
Sin duda su muerte ha dejado impávidos a los miles de seguidores que “viajamos junto a él a través de sus programas”. Bourdain era un explorador, con un talento y una tenacidad que hacen difícil explicarse cómo pudo haber tomado tal determinación.
Hace poco más de 10 años, Bourdain arribó a estos confines del mundo para desenmarañar los sabores típicos de Chile y la Patagonia. Bourdain probó el vino chileno, el milcao, los erizos de Puerto Montt; el arrollado huaso, el pernil y el terremoto de El Hoyo; y otras preparaciones como el completo, que no pasó desapercibido debido a la gran cantidad de ingredientes y mayonesa que le agregamos los chilenos. Para todos dio un consejo: freír la vienesa, legado que algunos ya hemos puesto en práctica en alguna junta de amigos, – ¿por qué no preparar completos al estilo Bourdain, con vienesa frita y menos mayo? –
Supo de la existencia de las sopaipillas, el pastel de choclo y el charquicán. En un solo viaje pudo retratar la cocina típica chilena, maravillarse por la riqueza de mariscos y paisajes que tenemos como país. Bourdain reconoció en la Patagonia ser uno de los lugares más hermosos del planeta.
En esta edición, dedicamos esta editorial a un ciudadano del mundo que viajó y conoció
diferentes rincones sin discriminar sabores ni preparaciones. Supo disfrutar de lo genuino, de lo chileno, de los sabores efímeros que nos deleitan día a día en esta vida también efímera, paradójicamente.
¡Salud por Bourdain!